Aquí os dejo ocho textos de Descartes para comentar.
El primero
consistía en no admitir cosa alguna como verdadera si no se la había conocido
evidentemente como tal. Es decir, con todo cuidado debía evitar la
precipitación y la prevención, admitiendo exclusivamente en mis juicios aquello
que se presentara tan clara y distintamente a mi espíritu que no tuviera motivo
alguno para ponerlo en duda.
El
segundo exigía que dividiese cada una de las dificultades a examinar en tantas
parcelas como fuera posible y necesario para resolverlas más fácilmente.
El
tercero requería conducir por orden mis reflexiones comenzando por los objetos
más simples y más fácilmente cognoscibles, para ascender poco a poco,
gradualmente, hasta el conocimiento de los más complejos, suponiendo inclusive
un orden entre aquellos que no se preceden naturalmente los unos a los
otros.
Según
el último de estos preceptos debería realizar recuentos tan completos y
revisiones tan amplias que pudiese estar seguro de no omitir nada.
DESCARTES, Discurso del Método II
Las
largas cadenas de razones simples y fáciles, por medio de las cuales
generalmente los geómetras llegan a alcanzar las demostraciones más difíciles,
me habían proporcionado la ocasión de imaginar que todas las cosas que pueden
ser objeto del conocimiento de los hombres se entrelazan de igual forma y que,
absteniéndose de admitir como verdadera alguna que no lo sea y guardando
siempre el orden necesario para deducir unas de otras, no puede haber algunas
tan alejadas de nuestro conocimiento que no podamos, finalmente, conocer ni tan
ocultas que no podamos llegar a descubrir.
DESCARTES, Discurso del Método II
Posteriormente,
habiendo advertido que para analizar tales proporciones tendría necesidad en
alguna ocasión de considerar a cada una en particular y en otras ocasiones
solamente debería retener o comprender varias conjuntamente en mi memoria,
opinaba que para mejor analizarlas en particular, debía suponer que se daban
entre líneas puesto que no encontraba nada más simple ni que pudiera
representar con mayor distinción ante mi imaginación y sentidos; pero para
retener o considerar varias conjuntamente, era preciso que las diera a conocer
mediante algunas cifras, lo más breves que fuera posible. Por este medio
recogería lo mejor que se da en el análisis geométrico y en el álgebra,
corrigiendo, a la vez, los defectos de una mediante los procedimientos de la
otra.
DESCARTES, Discurso del Método II
Por
otra parte, me daba cuenta de que la práctica del mismo habituaba
progresivamente mi ingenio a concebir de forma más clara y distinta sus
objetos y puesto que no lo había limitado a materia alguna en particular, me
prometía aplicarlo con igual utilidad a dificultades propias de otras ciencias
al igual que lo había realizado con las del Álgebra. Con esto no quiero decir que pretendiese examinar
todas aquellas dificultades que se presentasen en un primer momento, pues esto
hubiera sido contrario al orden que el método prescribe. Pero habiéndome
prevenido de que sus principios deberían estar tomados de la filosofía, en la
cual no encontraba alguno cierto, pensaba que era necesario ante todo que
tratase de establecerlos. Y puesto que era lo más importante en el mundo y
se trataba de un tema en el que la precipitación y la prevención eran los
defectos que más se debían temer, juzgué que no debía intentar tal tarea hasta
que no tuviese una madurez superior a la que se posee a los veintitrés años,
que era mi edad, y hasta que no hubiese empleado con anterioridad mucho tiempo
en prepararme, tanto desarraigando de mi espíritu todas las malas opiniones y
realizando un acopio de experiencias que deberían constituir la materia de mis
razonamientos, como ejercitándome siempre en el método que me había prescrito
con el fin de afianzarme en su uso cada vez más.
DESCARTES, Discurso del Método II
Así
pues, considerando que nuestros sentidos en algunas ocasiones nos inducen a
error, decidí suponer que no existía cosa alguna que fuese tal como nos la
hacen imaginar. Y puesto que existen hombres que se equivocan al razonar en
cuestiones relacionadas con las más sencillas materias de la geometría y que
incurren en paralogismos, juzgando que yo, como cualquier
otro estaba sujeto a error, rechazaba como falsas todas las razones que hasta
entonces había admitido como demostraciones. Y, finalmente, considerado que
hasta los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos pueden asaltarnos
cuando dormimos, sin que ninguno en tal estado sea verdadero, me resolví a fingir que todas las cosas que hasta
entonces habían alcanzado mi espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones
de mis sueños. Pero, inmediatamente después, advertí que, mientras deseaba pensar de este modo que todo era
falso, era absolutamente necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa.
DESCARTES, Discurso del Método IV
Posteriormente,
examinando con atención lo que yo era, y viendo que podía fingir que carecía de
cuerpo, así como que no había mundo o lugar alguno en el que me
encontrase, pero que, por ello, no podía fingir que yo no era, sino que por el
contrario, sólo a partir de que pensaba dudar acerca de la
verdad de otras cosas, se seguía muy evidente y ciertamente que yo era,
mientras que, con sólo que hubiese cesado de pensar, aunque el resto de lo que
había imaginado hubiese sido verdadero, no tenía razón alguna para creer que yo
hubiese sido, llegué a conocer a partir de todo ello que era una sustancia cuya esencia o naturaleza no reside
sino en pensar y que tal sustancia, para existir, no tiene necesidad de lugar
alguno ni depende de cosa alguna material. De suerte que este yo, es decir,
el alma, en virtud de la cual yo soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo, más fácil de
conocer que éste y, aunque el cuerpo no fuese, no dejaría de ser todo lo que
es.
DESCARTES, Discurso del Método IV
Y habiendo
advertido que esta gran certeza que todo el mundo les atribuye, no está fundada
sino que se las concibe con evidencia, siguiendo la regla que anteriormente he
expuesto, advertí que nada había en ellas que me asegurase de la existencia
de su objeto . Así, por ejemplo, estimaba correcto que,
suponiendo un triángulo, entonces era preciso que sus tres ángulos fuesen
iguales a dos rectos; pero tal razonamiento no me aseguraba que existiese
triángulo alguno en el mundo. Por el contrario, examinando de nuevo la idea
que tenía de un Ser Perfecto, encontraba que la existencia estaba comprendida
en la misma de igual forma que en la del triángulo está comprendida la de que
sus tres ángulos sean iguales a dos rectos o en la de una esfera que todas sus partes
equidisten del centro e incluso con mayor evidencia. Y, en consecuencia, es por
lo menos tan cierto que Dios, el Ser Perfecto, es o existe como lo pueda ser
cualquier demostración de la geometría.
DESCARTES, Discurso del Método IV
Pues, bien,
estemos en estado de vigilia o bien durmamos, jamás debemos dejarnos
persuadir sino por la evidencia de nuestra razón.Y es preciso señalar, que yo afirmo, de nuestra
razón y no de nuestra imaginación o de nuestros sentidos, pues aunque vemos el
sol muy claramente no debemos juzgar por ello que no posea sino el tamaño con
que lo vemos y fácilmente podemos imaginar con cierta claridad una cabeza de
león unida al cuerpo de una cabra sin que sea preciso concluir que exista en el
mundo una quimera, pues la razón no nos dicta que lo que vemos o imaginamos de
este modo, sea verdadero. Por el contrario nos dicta [la razón] que todas
nuestras ideas o nociones deben tener algún fundamento de verdad, pues no sería
posible que Dios, que es sumamente perfecto y veraz, las haya puesto en
nosotros careciendo del mismo. Y puesto que nuestros razonamientos no son jamás tan
evidentes ni completos durante el sueño como durante la vigilia, aunque algunas
veces nuestras imágenes sean tanto o más vivas y claras, la razón nos dicta
igualmente que no pudiendo nuestros pensamientos ser todos verdaderos, ya que
nosotros no somos omniperfectos, lo que existe de verdad debe encontrarse
infaliblemente en aquellos que tenemos estando despiertos más bien que en los
que tenemos mientras soñamos.
DESCARTES, Discurso del Método IV
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